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El feminismo «lógico» de Victoria Ocampo frente al feminismo «ideológico» actual

La escritora argentina, figura central de la cultura del XX, luchó por los derechos de las mujeres como por los derechos de todo ser humano, sin distinción sexual

Los argumentos lógicos fueron la soga en el muro que Victoria Ocampo utilizó para superarlo como en aquellas pruebas de Oficial y Caballero donde Richard Gere ayudaba a la única chica. Pero Victoria pasó la pared sin la ayuda de Richard Gere. Lo hizo con su preparación, con sus lecturas, con su esfuerzo, con su valentía y con su talento. Una auténtica pionera por los derechos, no solo de las mujeres, sino de los seres humanos sin distinción de sexo.
Ella se preguntó por esa puerta siempre cerrada, como la de la habitación del hotel de El Resplandor, y se atrevió a abrirla no precisamente enajenada como el protagonista de Stephen King. Bonaerense de alta alcurnia recibió una educación privilegiada. Viajera desde la infancia por Europa y Estados Unidos, se relacionó en la juventud y madurez con los artistas e intelectuales más destacados del mundo, desde Rabindranath Tagore a María de Maeztu, Gómez de la Serna, Cocteau, Gidé, Borges, Ortega y Gasset o T.S. Eliot, entre muchos otros de los que además fue su amiga.

Con su aspecto de gran dama internacional, elegante y poderosa, fundó la editorial Sur y la Revista Sur, la gran publicación literaria periódica que duró 60 años. Más de medio siglo de hogar caliente para los pobres (y ricos) escritores y para los lectores hoy tan huérfanos, aunque no lo sepan. Famosas fueron sus crónicas de los juicios de Nuremberg, la única mujer suramericana presente, en su ferviente antitotalitarismo, la cama elástica de su cruzada que fue el principio de todo.

Tan principio que 30 años después de su muerte las Monteros y las Belarras repiten sin propiedad y extemporáneamente las lógicas palabras pronunciadas o escritas por Ocampo hace casi un siglo y, sobre todo, después de que aquellas mismas palabras ya hayan producido el efecto deseado. La absurda e ideológica repetición, dictada además sin el estilo que edificó la idea primigenia y hoy consagrada, germinada sin discusión. Victoria Ocampo habló de dar a luz a los hijos no solo físicamente, sino también espiritualmente, con el ejemplo. Reivindicando su papel capital como reivindicaba el del artista: a Dante, a Da Vinci, a Goya o a Proust.

retrato de Victoria Ocampo (1922) de Anselmo Miguel Prieto

Retrato de Victoria Ocampo (1922) de Anselmo Miguel PrietoGTRES

Admirada de los hombres artistas, reclamó el papel de las mujeres artistas y con él el de todas las mujeres de modo que al final ni el más refractario de los hombres tuvo respuesta para oponerse a juicios tan sencillos. Ocampo quería echar abajo el «no me interrumpas» que ahora estúpida y sectariamente enarbolan sin ningún respeto las abominables feministas ideológicas que desconocen que la gran dama de Buenos Aires hablaba de su misión como de un milagro que su generación no iba a ver. Poco, o quizá no tan poco, se podía imaginar que su milagro lo iban a coger unos desalmados y desalmadas para trepar en una sociedad actual tan desconocedora como la que Victoria soñaba con alimentar.
Una cita de Bernard Shaw encabeza uno de sus escritos (El Esbozo de una Vida). La cita empieza así: «Por lo tanto una mujer vulgar será aquella que toma de su país más de lo que le da…». Un retrato certero de las feministas ideológicas que copan el presente y ensucian el trabajo de semejante feminista lógica. «No necesito una orden; voy por mi propia voluntad…» son las palabras de Perséfone en la pluma de André Gidé, del que no habrán oído hablar en (en el insulto que es para el legado de Ocampo) el Ministerio de Igualdad.

Decía que «la emancipación de la mujer, como la entendemos nosotros, no está hecha para alejarla del hombre, sino, muy al contrario, para acercarla a él, para unirla a él de manera más completa, más pura y más consciente (…) el hombre y la mujer tienen un solo medio natural para escapar de su intolerable aislamiento: el amor mutuo. Sería necesario que en ese refugio al menos se rindieran las armas» con el amor y la educación y la lógica, y no cargarlas con el odio, la ignorancia y la ideología para disparar no solo contra los hombres, sino sobre todo contra las mujeres en el sueño convertido en pesadilla de Victoria Ocampo.