No solo la guerra en Ucrania estará en el centro de la agenda. La visita medirá la temperatura de las deterioradas relaciones entre Estados Unidos y China.
No es de nuevo la Guerra Fría pero los vientos de marzo en el choque bélico entre Rusia y Occidente han bajado la temperatura en los dos grandes ámbitos del enfrentamiento cada vez más global que involucra también a China: la guerra en Ucrania y el gigantesco escenario geopolítico del Indo Pacífico, donde naves de Estados Unidos y China encabezan maniobras navales contrapuestas que aumentan las tensiones.
La postergación del viaje del secretario de Estado Antony Blinken a Beijing , (la primera visita más importante de EE.UU. desde 2018) a raíz del incidente por el globo “meteorológico” chino abatido en territorio norteamericano, ha sonado como una campanilla de alarma, y en la visita al presidente Putin en Moscú, Xi Jinping debe dar una respuesta convincente de que China impondrá su influencia sobre Rusia para evitar que la guerra europea en Ucrania se descontrole aún más.
En su condición de aliado fundamental de Moscú, el líder chino mostrará al presidente ruso que hay un mundo posible que obliga a armar un tinglado sin más demora, para combinar un cese del fuego con la “promoción de las conversaciones de paz”, como anunció un portavoz de Beijing.
China no está dispuesta a tolerar que por el camino de una nueva Guerra Fría se destruyan las energías positivas de la economía mundial. Sus grandes socios que apuntalan el futuro de la superpotencia China en el mundo, son Occidente y sus aliados. En 2021 los intercambios llegaron a 828 mil millones de dólares con Europa, a 756 mil con EEUU, mientras que Japón se reforzó con un 9,8% del total y Corea del Sur con el 9.2%.
Los números cantan. Occidente y sus aliados principales (cabe agregar a Canadá y Australia) son los principales mercados que justifican los esfuerzos de los nuevos Caminos de la Seda por los que transitan las mercaderías chinas, que se apoyan ya en un centenar de puertos adquiridos en todo el mundo.
Los chinos quieren “salvaguardar la estabilidad de la cadena industrial y profundizar los intercambios, promover la cooperación”.
Esto explica por qué no han apoyado la invasión a Ucrania del aliado ruso y en sus propuestas continúan defendiendo el principio de la inviolabilidad de la soberanía territorial y de evitar un clima de Guerra Fría de la que ya corren ráfagas.
Con Rusia, por más que los intercambios crecen, las distancias son siderales. China produjo en 2021 una riqueza nacional de veinte billones (millones de millones) de dólares. Rusia, con 1,5 billones tiene un tamaño económico inferior a Italia, con 1,7 billones y apenas superior a Brasil, con 1,4 billones. Esta disparidad de dimensiones pesa mucho en las discusiones con el aliado chino. Los rusos son una superpotencia nuclear pero no económica.
Son de tal magnitud los intereses en juego que los chinos se ponen nerviosos cuando los rusos amenazan con el uso de artefactos nucleares que prenderían fuego al escenario donde Beijing está proyectando sus niveles de expansión en la economía mundial para la las próximas décadas.
El frente Indo-Pacífico
El secretario general de los 30 países de la alianza militar occidental, la OTAN, el noruego Jens Stoltenberg, viajó en enero a Japón y Corea del Sur, dos de los principales aliados de Estados Unidos en el mayor escenario geopolítico mundial, el Indo Pacífico. Allí conectó el frente europeo con el oriental. Afirmó que lo que hoy está ocurriendo en Ucrania podría ocurrir mañana en Asia, con China en el papel de Moscú en Europa.
Estados Unidos ha trabajado intensamente desde la invasión rusa de febrero de 2022 a Ucrania para compactar y reforzar sus alianzas en el Indo Pacífico, que los militares del Pentágono consideran el principal desafío que enfrenta EE.UU. en el mundo.
Además del similar proceso que viven los países de la OTAN de aumento sin precedentes de su rearme militar ampliando sus presupuestos de defensa, en el escenario asiático en pocos meses se ha producido un apretar de filas entre EE.UU. y los aliados militares.
Uno de los frutos principales es el aumento de las maniobras navales. Estados Unidos, Canadá, India, Japón y Corea del Sur realizan maniobras conjuntas de guerra antisubmarina, mientras los líderes japoneses y coreanos del sur tras la visita de Stoltenberg que les brindó el panorama según la OTAN, han seguido otra rueda de consultas con los norteamericanos.
Los ejercicios Dragón Marino 23 abarcan ejercitaciones durante 270 horas de entrenamiento de vuelo de rastreo de un submarino de la séptima flota de EE.UU.
El país que gana la competición de los simulacros se lleva el “Cinturón Del Dragon” como trofeo.
En la zona opera la séptima flota con 7 naves y submarinos, 140 aviones y 27 mil marineros e infantes de marina.
La gigantesca Área incluye el mar de la China meridional, una zona altamente difícil porque se navega y vuela vecinos a las islas creadas y fortificadas por China que considera como propia prácticamente toda la estratégica región.
A aumentar la dramatismo del “momentum”, también en el Golfo de Omán China comandó maniobras navales con la participación de barcos de guerra de Rusia e Irán. Hubo otras presencias como la de naves de Pakistán, Omán y los Emiratos Arabes Unidos.
Para China fue un momento más de triunfo después que se anunció que gracias a la mediación de Beijing habían reanudado sus relaciones diplomáticas Irán y Arabia Saudita.
Una reacción importante para EE.UU. en el teatro Indo Pacífico fue el viaje del secretario de Defensa Lloyd Austin a Manila, donde suscribió un acuerdo con Filipinas que le garantiza el libre acceso a cuatro nuevas bases militares que se agregan a las cinco que ya funcionan.
EEUU logró también volver a proyectarse en el océano Pacífico meridional reabriendo tras 30 años su embajada en las Islas Salomón, que el año pasado había firmado un acuerdo de seguridad con China.
Washington amplió además los acuerdos militares con los estados federados de Micronesia y Papua Nueva Guinea.
El panorama de las relaciones bilaterales entre China y Estados Unidos continúa inestable. El incidente del abatimiento del globo meteorológico, derribado tras haber penetrado en profundidad en territorio norteamericano, llevó a postergar sin fecha la visita de Blinken, en una especie de cese del fuego diplomático que se estaba negociando.
Los chinos aceptaron que habían cometió un “error no querido” con el vuelo del globo, que fue considerado como espía por los norteamericanos.
Las relaciones han vuelto a deteriorarse. Qin Gang, nuevo canciller chino y ex embajador en Estados Unidos, acusó a Washington de llevar ambos países al conflicto. Algunos especialistas sostienen que es común en la mentalidad de “guerra fría”.
John Kirby, el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional norteamericano, dijo que la política de la administración Biden no ha cambiado: “Buscamos la competencia con China, pero no el conflicto y queremos absolutamente mantener este nivel”.