Cuando me enteré que sería mamá de una niña un rápido y breve temor se apoderó de mí.
Decidí ignorarlo.
- Esta es una gran oportunidad. Me dije instantáneamente y celebré completamente.
Hace unas semanas Mila, una niña de 11 años, violada por su padrastro desde los 6 años, quedó embarazada. El Estado le negó el acceso al aborto terapéutico.
La menor y su madre ya había denunciado agresiones, pero ambas fueron ignoradas. Y no sólo eso: El estado le ha quitado la custodia de Mila y sus otros tres hermanos.
La junta médica de Loreto (Iquitos, Perú) tras evaluación, concluyó que Mila no presentaba riesgo en el embarazo y por ende no podría acceder a su derecho de aborto terapéutico, como si no representara un peligro que una niña esté embarazada.
En 2023, entre enero y febrero, “se reportaron 2764 casos de violencia sexual hacia niñas/os y adolescentes”, de acuerdo a registros del Ministerio de Salud, “cada día 5 niñas y adolescentes quedan embarazadas en el Perú” (Fiscalía de la nación, 2022),
Entre el 2012 y 2022, 68 niñas de 10 años o menos fueron obligadas a ser madres en el Perú.
Niñas como Mila que padecen la re victimización de un estado indolente.
El caso llegó hasta entidades internacionales quienes se pronunciaron a favor de Mila y exhortaron al Estado a revertir su decisión. La suma de la presión social y mediática lograron que Mila al día de hoy se recupere de la interrupción de su embarazo.
Pero, el camino para que esta pequeña y su familia dejen atrás este espeluznante episodio es más largo aún. Mila es una de “las afortunadas” a la que la llamada justicia escuchó. Sólo en Perú existen dos casos en los que el Estado accedió a ofrecerles el aborto terapéutico. Las otras niñas fueron dolorosamente forzadas a llevar en su pequeño y joven vientre un bebé frente a los aplausos de los famosos “pro vida” que defienden fervientemente “la vida desde su concepción” pero que cierran las altas puertas de sus iglesias, fervientemente también, a esas mismas niñas madres por su condición de madres solteras, de relegadas. La conferencia Episcopal peruana publicó un comunicado lamentando el aborto.
Miro a A, mi hija de 3 años, a quien le enseñé a conocer y hacer respetar su cuerpo. Alguna vez la he visto en acción cuando algún desconocido le lanza un piropo y ella responde certera: “No soy guapa, soy una niña” o como cuando un familiar le da un beso sin pedírselo y protesta. Me tranquiliza ver que es capaz de hacerlo. Prevención le llaman, pero, a veces ni con eso puedes evitar que tragedias como estas te visiten.
Tiemblo, me enfurezco y también quiero quemarlo todo. Leí una vez que nacer mujer en este mundo es un desafío y lo reafirmo. Pensar en cualquier aspecto de la vida y caer en cuenta de que, aún, hay una brecha maldita que nos pone por debajo de cualquier derecho es aterrador.
Y, sin embargo…
-Esta es una gran oportunidad, me repetí al enterarme el sexo de mi hija.
La oportunidad para luchar por lo que nos corresponde, por cada niña y mujer en cualquier parte del mundo. Porque nunca más tengamos que echar de menos a una.
Porque nunca más una niña como Mila padezca abusos.